Soledad, que me acompañas cada día… rindes cuentas a los
amaneceres y a las noches tardías. Intocable pero afable, e incluso sensible, a
la vez que guerrera. Que nadie te coja ni te suelte, que nadie te mire ni te
vea, que nadie, sin quererlo, te quiera…
Consejera y armónica consorte, resorte de mis penas y
alegrías. Escuchas mi interior y mi flujo de conciencia. Soledad es mi cabeza,
mis recuerdos, mis proezas. Soledad es mi canción, mi orgullo, mi fortaleza;
aquella que ha forjado las rugosas escamas de mi corteza, cuya pieza ha
conformado el súmmum de mi existencia. Pues venimos de ella, y de ella nos
arrancan. Nacemos para más tarde huir de ella, mirando a cada punto de un
escenario vacío, esperando encontrar un pedestal y un cariño parecidos; una
mano que acaricie los pilares del destino, y unos labios que nos brinden comparsa
en el camino.
¿Compañía? ¿Qué buscamos en la vida? ¿De qué huimos cada
día? ¿De aquello de lo que venimos? ¿De nuestra fantasía?
Incompleto, entre el sollozo y el gozo de verme único y cortejado.
De verme anclado en un poema cuyos surcos me conforman y completan. Honrado de
sentirme el poeta de mis sueños y de mis rarezas, que recrean en mi espacio la
soledad para una compañía perfecta: mi pasado, mi futuro y mi certeza
Soledad, dulce compañía… no me desampares, ni de noche ni de
día. Que si abandonas mi costado mi inocencia está perdida, y los lobos del
camino ágape harán de tu despedida…
Exercici 9:
Exercici lliure.
La Rata
Asfixia el aire nublado del atardecer. Los ácratas se
mezclan con la corrupción y el proletario en un escenario de floreciente
decadentismo.
Los tacones de aguja perforan las huellas descalzas de un
mendigo que, a ritmo de acordeón, colorea la densa bruma de un tumulto
zozobrado por la imagen de un opresor. No hay gozo ni congoja, sólo fatiga y
desgana.
De las vías del tren emerge una alimaña grísea, curiosa y desgarbada,
que olisquea con un puntiagudo hocico los ferrosos rieles y come de la broza
depositada en ellos. La mirada de repulsión que el roedor provocaba en aquellos
individuos trajeados del mismo color que el ambiente despertaba, al mismo
tiempo, el interés y la sonrisa de los pocos niños y letrados que esperaban la
llegada de un tren que no llegaba.
Ignorando haberse convertido en pasatiempo de la multitud, continuaba
su costumbre de supervivencia en el oscuro y gélido túnel de la estación. Los viajeros
se sumaban al espectáculo, compartiendo opiniones sobre el cómo podía seguir
viva aún, siendo admirada su sabiduría y supervivencia. Los extraños,
extrañados por encima de todo.
De entre la aglomeración, se alzan dos hombres vestidos de
hierba y tierra hablando por radio, con una basta caja rectangular, bordeada
por los extremos de los listones con varillas de latón y aluminio que
conformaban unas rejas y éstas, a su vez, una prisión. Tras recibir las órdenes
pertinentes del interlocutor al otro lado del transmisor, abren la puerta de la
jaula. Con un brinco se asoma un felino de mirada garza y pelaje metalizado. Su
expresión era idéntica a la de aquellos escondidos en la arrogancia de sus
trajes y maletas; a los encasillados, con una precisión técnica y competente,
como la máxima aspiración de una sociedad en ruinas. La displicencia del camarada
gatuno se transformó en celo al percatarse de la presencia en la escena de la
rata. Con un murmullo desafiante serpenteaba por el borde del escalón de las
vías, sin quitarle ojo de encima al roedor. La rata, por su parte, atisbaba la
clara superioridad de su portentosa figura y sus garfas sin tan siquiera
modificar su posición.
Tras unos segundos de tensión, el gato maulló agresivamente
y saltó hacia la rata, quien hábilmente eludió y escapó de su zambullida,
profundizando hacia el interior del túnel.
El gato, imbuido por su instinto depredador, se dirigió raudo
e impasible hacia su víctima.
La oscuridad era cada vez más densa, pero la competencia del
felino no le permitía echarse atrás. Un paso en falso de la rata la hizo caer y
ser presa fácil para una de las garras del gato. El chirrido estridente de
dolor se solapaba con un maullido de satisfacción y una vibración cada vez más
cercana. Unos faros iluminaron rápidamente el escenario el cazador y la presa.
El gato, extrañado, gira su cabeza para toparse de frente con una muerte
metálica y monocolor. Al cesar el ruido, el rojo tiñó los rieles, y el silencio
permitía escuchar el pálpito sofocado de un corazón y un sentimiento.
El roedor se puso en pie y olisqueó curioso el cadáver de la
competencia.
La astuta rata de cloaca, de instinto y sentido; la letrada
rata de biblioteca, superviviente entre las ruinas de la sociedad y vida, del
conocimiento y la ignorancia. La rata, grisácea, se tornará de otros colores,
según la luz del día. Pues hoy, la pequeña perseguida y despreciada contempla
una realidad finita, y ante la muerte de su yugo, camina hacia el final de un
túnel, por ahora, sin salida…
Exercici 10:
Escriure en relació aquest quadre (L'ancià dels dies) un conte, poema, relat o assaig.
El Anciano de
los Días
Hoy me siento turbio, como el día. Las nubes rodean con sus
brazos fragmentos de una alegría en unos recuerdos deformados. Unos cristales
rotos en una noche de tormenta y unos dedos arrugados que encendían una lámpara
de menta. Un rostro agridulce y sereno, con un cabello cobrizo y una mirada
gris, rasgada. Una sonrisa temblorosa y transparente…
Con una caricia esbozabas en mi mente una muralla creciente
que nadie podía derrumbar, junto a un susurro de serpiente me arropabas, entre las
sábanas de unos rezos inocentes, mojadas por las lágrimas y el sudor de un
pájaro enjaulado en las ramas de un árbol bajo una tarde fría de noviembre.
Eras el farol de mi conciencia, la vela de una habitación desierta, el ahora y
el siempre de la luz de unas farolas sirvientas a los ojos de las centellas en
una noche de tormenta…
Pero el trueno quebró tu voz y tu bombilla y, apoyado en mis
rodillas, en una cama junto a la luz nocturna del día, tus manos no temblaron
ni dibujaron nuevas alegrías. Tu pálida sonrisa iluminaba como un rayo aquella
habitación, hoy vacía; como un faro alumbra a los náufragos de unas olas
remanentes y frías.
Tú ya no estás, pero tu imagen es mi guía. Pues siempre que
las nubes hacen esclavo al cielo de penas y agonías, tu recuerdo me hace ver tu
cuerpo acostado en las fotos de un momento en un espejo reflejado. Y aunque
llueva, los truenos, no me emanan; pues estando en mi cama he sentido la luz de
tu bombilla en el sol de la mañana.
Exercici 11:
Escriure un relat, conte, poesia o assaig en relació a una d'aquestes tres paraules:
Arpa, corda i ploma.
Sinfonía
Agridulce
“Tengo un pájaro
enjaulado que no hace más que llorar…”
Despierto entre reflejos de un atardecer tardío, mientras
mis ojos se intentan acomodar a los fulgurantes rayos naranjas y rojos que la
paleta del cielo tiene pintados. En el exterior tan sólo se escucha el
transcurrir de los vehículos y las luces ratifícales de sus faros y las
farolas; en el interior de mi casa, en mi interior, un murmullo provocado por
el nervioso aleteo del ave prisionera en mi caja torácica.
Me levanté del sofá, (aún algo traspuesto) y me puse mi
chaqueta granate: Necesitaba inhalar aire menos contaminado que el de mi
ambiente; necesitaba huir de ese refugio que se había convertido en mi cárcel.
Recorrí más de tres manzanas hasta que encontré un pequeño
bar que ya había frecuentado tiempo atrás, en días mejores. El local tan sólo
disponía de una lámpara de techo con una suave luz que, sin conseguir ser
cálida, sumía más aún en la oscuridad la barra y las mesas de los alrededores. Tras
sentarme en un rincón apartado de la gente miré al camarero con desgana y pedí
el cóctel típico de la casa, cuya mezcla teñía de rojo el líquido alcohólico
del vaso en el que dibujaba pequeños círculos con mi dedo índice. No me
gustaba, pero cada vez que tomaba un sorbo, notaba la reactivación de mi
sangre, como si quisiera escaparse de mis venas.
A medida que bebía todo se nublaba más, así que mi mente
ideó una búsqueda exhaustiva de sintonías libres de interferencias para
intentar colorear un poco el ambiente y reanimar al pájaro enjaulado entre mis
costillas. De pronto, otra lámpara se encendió, iluminando con una luz algo más
fuerte y blanca lo que sería un escenario con un instrumento resurgiendo de
entre las sombras a manos de un hombre: un arpa.
Las primeras notas de esa suave sinfonía taladraron mi
cabeza y alteraron por completo al prisionero, que no paraba de palpitar
desesperado. Mi agobio aumentaba con cada nota y mis sudores comenzaban a
hacerme temblar. Sin pensármelo dos veces, me acabé de un solo trago el vaso de
sangre y salí del bar a las calles nocturnas, con un paso acelerado y
atormentado. A medida que me alejaba las notas del instrumento eran cada vez
más fuertes y se hacían más presentes en mi cabeza, hasta el punto de ser capaz
de ver mis manos tocando el arpa, convirtiéndome en el arquitecto de aquellos
días en los que era el encargado de amenizar con melodías las sombras vacías de
ese turbio y maldito local.
Al llegar a casa, cada sol y cada la retumbaban en las
paredes y los muebles. Los res y los mis me alzaban un puente hasta el armario
de mi habitación y me incitaban a coger la vieja cuerda de nylon que escondí
por mi propia seguridad la última vez que toqué en el bar. Una vez mis impulsos
cedieron a la cautivadora melodía, un grupo de síes separados entre ellos por
unos tensos segundos hicieron que mis manos ataran la cuerda mientras notaba
los nudos alrededor de mi garganta. El pájaro escapó de mi caja torácica
dejando tras de sí una de sus plumas y el concierto terminó abruptamente, tras
la rotura de una de las cuerdas del arpa y el descontento general hacia aquel
músico que vestía con una chaqueta granate.
Exercici 12:
Escriure en relació aquesta imatge un poema, relat, assaig o conte.
Laberinto de
Palabras
¿Dónde está? ¿Dónde la encuentro? La palabra que podría (si
quisiera) darme aliento. La palabra que me busca y que, al buscarla, tampoco
encuentro.
¿Dónde está ese monosílabo? Necesito que mis labios lo
pronuncien… que sea oído por aquel que me venera como a un héroe… cuando en
realidad tan sólo hago que esconderme tras sonrisas y besos inconscientes,
hundiéndome aún más en este laberinto de palabras cálidamente afiladas.
Deja de decirme l oque, tiempo atrás, moría por escuchar.
Deja de atarme con sogas de algodón y mordazas de cristal, ¡déjame gritar! Que
hoy mis sueños se comparten con imágenes pasadas y con días de soledad. Déjame
a un lado, ¡déjame respirar! Deja que me encuentre y me equivoque una vez más.
Tan amargo es el destino, tan cruda la realidad… tan pesada son mis manos
cuando me intentas abrazar… alargando una mentira que agoniza con cada paso que
da; con cada pregunta que haces: ¿Me quieres? ¡Pues yo más!
No, no te quiero, no te puedo soportar. Eres un sentimiento
precioso y codiciado, pero no te sé aprovechar. Amor, no me llames, déjame
pasar en soledad éste puente, no me vuelvas a llamar. No digas que me
necesitas, porque yo te he necesitado aún más. Eso es, “no” era la palabra… y
no la volveré a olvidar.
Exercici 13:
Escriure en relació a l'estiu un relat, assaig, conte o poema.
Los Girasoles Amantes
Una mañana nubosa de verano en la que el sol se intenta
abrir paso a trompicones, brillando a ratos gris, a ratos rojo, inunda la
inmensidad de un campo de girasoles que se desviven por girar allá donde la luz
les guíe. Éste acto tan mecánico para la supervivencia de estas plantas ha sido
siempre la máxima aspiración de su especie, aunque siempre haya excepciones….
En lo más profundo del campo, dos girasoles cabizbajos no muestran
interés alguno por el sol que brilla en el cielo. Ella, un poco más joven que
él, permanece inmóvil mientras las hojas de su mano poco a poco se entrelazan
con las del otro. En mitad del acto, levanta su mirada y sonríe tímidamente,
mordiéndose el labio inferior y volviendo a bajar la mirada. Él, por su parte,
acaricia con el extremo de sus hojas los dedos de ella, mientras refleja una
mirada perdida hacia el horizonte. Con el paso de las horas, se aventuran a un
roce que toma cada vez más y más contacto, siempre dando la espalda a la
espalda de los demás girasoles.
Ella apoya su cabeza sobre él, y éste la sujeta con dulzura por el tallo de su
cintura. Nuevamente ella levanta su mirada hacia él, le vuelve a sonreír y le
abraza con fuerza por el cuello, mientras suspira y piensa en una especie de
ideal vacio, en un todo y una nada constantes y parecidos. Él apoya su barbilla
sobre los pétalos de su cabeza y siente cómo la protege de todo mal viviente,
mientras mira al sol y se pregunta el por qué deben girar por un una estrella
brillante e intangible que no siempre puede verse en el cielo:
- “Todos giran sin voluntad ante el sol de cada mañana” – pensó – “mas yo no
necesito más sol que el que tengo ahora mismo entre mis brazos”
Tras esa pequeña
reflexión, la mira, suspira y vuelve a cerrar sus ojos.
(…)
La noche llega, acomodándose en los párpados de los girasoles. Los amantes, sin
embargo, disfrutan en las sombras de una cómplice luna de unos besos que
permanecen en el recuerdo de ambos a medida que los segundos se transforman en
minutos, y continúan bebiendo del néctar de sus labios aún sabiendo que es
sacrilegio no seguir las leyes que la naturaleza ha destinado para ellos. Pero,
convencidos a ratos, se imponen ante sus creencias y sus realidades: él gira
por su sonrisa y sus andares y ella por sus cualidades.
Pasan los días y ambos se sienten débiles. No se alimentan
del fruto que engendran sus pasiones, y las hojas, tallos y flores se marchitan
poco a poco en sus corazones. Él permanece firme, sobre ella, abrazándola
inmóvil. Ella, apoyada en su pecho, mira a escondidas al cielo buscando ese
sol, a ratos gris, a ratos negro. Ambos son conscientes de que el juego no era
más que un deseo inconsciente de amores convergentes, de sensaciones que
comparten firmemente, de sentimientos que se compenetran a pesar de no saber
siquiera qué es lo que sienten.
Fue entonces cuando ella alzó su cabeza al sol, para poder sobrevivir, para no
arriesgarse a rebelarse contra las leyes de unos ideales que oprimían su cabeza
y su pecho; y él, siguió mirándola, simplemente para seguir viviendo.
Así fue como, dándole la espalda a la espalda de ellos, los
girasoles amantes, a escondidas, giraron en un sentido inverso. Y muy pocos
supieron su historia, sus sentimientos o sus sueños… No porque ellos lo
quisieran, sino porque, al parecer, eso era lo correcto.