sábado, 27 de octubre de 2012

Treballs Alberto Lendinez

Exercici 2:

Escriure un relat, poesia, conte o assaig inspirant-se en aquestes tres imatges:







Imatge 1


Busco por los nichos los huesos de un fantasma del pasado…

Busco el otoño en las hojas
de un árbol de invierno,

Y la fruta del manzano en
el consuelo de mis hermanos
 

¡Maldito el marchito recuerdo!

¡Malditos los huesos del pasado!

¡Malditas las hojas y el fruto
con el que jamás debió haberse jugado!

Busco por los nichos los huesos de un fantasma del pasado…


Imatge 2


Libre ante un mundo con cadenas,

Libre, con sus gozos y sus penas,

Preso ante un mundo callado,

Preso ante un mundo amurallado…

Libre ante el mundo, el mundo en un muro,

El muro que, con temor y rencor
alzamos por miedo a recobrar el corazón




Imatge 3


Mar y tierra entre los labios,

Miel y azúcar en sus manos,

No hay sangre en las espinas de los tojos,

Pues no hay mayor placer ni antojo
que un beso dado con los ojos.



Exercici 3:


Escriure dins l'espai limitat d'una postal, una història en
un lloc distant de la nostra residència habitual a un amic, familiar, parella etc.
La història havia d'estar inspirada per la frase escrita a
l'altra cara de la postal.

Hola Rho,
Te escribo esto con la esperanza de que no lo leas jamás.
Me encuentro perdido en medio de la más absoluta nada, únicamente con un bolígrafo y una postal que encontré por los mercados de sueños de esta tierra.
Desearía que estuvieses aquí conmigo, tan sólo si fuese capaz de no verte.
Todo me recuerda a ti y, sin embargo, no puedo olvidarme de tantas otras cosas… ni siquiera sé el porqué estoy escribiéndote esto, si es improbable que guardes algún tímido esbozo de mi en tus recuerdos.
Así que me despido con un saludo, esperando encontrar la soledad entre el murmullo de la gente, ya que con su indiferencia encuentro el consuelo que no encuentro en mis deseos más intensos.
Alberto Lendínez
C/ Caminos del Alma 9
27375 Villaverde, Madrid



Exercici 4:

Del llibre que estàvem llegint utilitzar com a disparador la primera frase o paràgraf de la pàgina 69.




“Sobre sus desmesurados y redondeados hombros descansa un casco, unido al tronco por una especie de articulaciones”


Erich Von Däniken: “Recuerdos del futuro”


E.V.A


Podía apreciar parte de su rostro brotar de entre las cavidades del casco. Sus ojos, estáticos, susurraban palabras y lágrimas muertas, expresando una frialdad impactante y terrorífica. La nanotecnología obraba milagros hoy día, y nos tubos ni las piezas mecanizadas con las que habían reconstruido parte de su cuerpo la hacían una chica diferente a la que yo me enamoré.
Dejé escapar un suspiro mientras observaba el monitor con sus constantes vitales, ahora estables. Los recuerdos, imbuidos por el incesante metrónomo de la máquina, bombardeaban mi mente con imágenes desfiguradas de un pasado conjunto y de un futuro incierto; del momento en el que el tiempo dejó de tener sentido para ella, al igual que para mí.
- Ella volará alto – repetía mi subconsciente. – Se alejará de ti y de todos, del cielo y del mundo… pero, sobretodo, de ti. Ella será éter, estrella, planeta, universo… y tú, tan sólo podrás contemplarla.
La idea de no poderla tocar, ni de despertarme con su pelo acostado sobre mi pecho no era capaz de concebirla. Podría decirte que me arrepiento de aquella noche, que me arrepiento de haberte cortado las alas… pero te mentiría, a ti y a mi mismo.
Estaba fuera de mí. Tus besos ya no me sabían a miel; sabían a abejas. Tu lengua envenenaba mi alma, menguando la sensación de placer y libertad que mi mente años atrás había forjado, y que no iba a ser capaz de dejar escapar. Tu sonrisa pícara era el centro de todas las miradas, y las mías eran puñales directos a aquellos impresentables que creían tener el derecho de disfrutar de tu figura. Sentía ira, rabia, celos… miedo. Sentía mucho miedo, pánico, terror… y sólo podía hacer una cosa para apaciguar dichas emociones.
Al llegar a casa, te ataqué a traición. Ironía del destino… con cada golpe, me liberaba del caos interno, y lo proyectaba en ti… sentías miedo, pánico, terror… podía olerlo, podía palparlo en cada caricia violenta que te regalaba. Mis manos seguían el ritmo incesante de la locura, mientras tu vida taladraba tu alma para salir poco a poco entre suspiros y llamaradas. Tu sangre iba creando hilos que unían mis dedos con tu cuerpo… y tu mirada se paralizó, se volvió estática: se murió. La estrella, que años atrás brillaba, se apagó.
Ante el macabro escenario, no podía hacer otra cosa más que reírme a carcajadas. Mientras recogían tu cuerpo y hacían las pruebas pertinentes, yo te observaba desde la sombra, secundando todas las decisiones que tomasen los médicos para comenzar un nuevo camino juntos, sin que nadie se interpusiera entre nosotros. Volvería a hacer brillar a la estrella, y su luz sólo podría acariciarme a mí. Te presenté a la muerte, pero ahora te devuelvo la vida.


Exercici 5:

Escriure un relat, poesia, conte o assaig en relació a un fet viscut el cap de setmana.


Metamorfosis

La lluvia era ácido para sus mejillas…
Con una chaqueta negra y encapuchado, caminaba cabizbajo con la música como única guía, rehuyendo el gentío que se congregaba en la calle de la iglesia para visitar el mercado medieval que, muy a su pesar, se había preparado ese fin de semana.
Con un nerviosismo temeroso, deseaba no encontrarse con ninguna cara conocida, en especial con una…
En un arrebato infantil, se quitó las gafas mientras se repetía a sí mismo:
- “Ojos que no ven, corazón que no siente”
La multitud iba quedando atrás y las calles cercanas de la principal restaban solitarias. Era el escenario propicio para despojarse de su resguardo y permitir a la luz artificial de las farolas dar la bienvenida a su desnudo rostro.
Caminando cuesta arriba, llegó a una urbanización transitada sólo por el viento y el rumor de las hojas de otoño. Su seguridad iba aumentando con cada paso, y su semblante serio y miedoso se transformaba en una picaresca mueca, rebelde frente el paisaje que se alzaba en el horizonte.
- No deja de ser una curiosa crisálida – pensé para mis adentros, mientras observaba en un espejo al caminante.
Sus recuerdos cobraron vida. Se veía a sí mismo y a ella separados por un muro invisible de prudencia y respeto. Unas miradas esquivas que perseguían una sonrisa furtiva. ¡Y pensar que un solo gesto de aprobación bastaría para alegrarle el día…!
Pero todo se esfuma en un segundo y, frente a una puerta, el caminante detiene su marcha, mira el reloj y da media vuelta. De nuevo, nervioso; de nuevo, inseguro; de nuevo, perdido; de nuevo, su capucha cubre su rostro.
Y, entre tantos sentimientos confusos, la letra de una canción le susurra al oído:

“Aprendiendo a perder en cada paso que das”


Exercici 6:

 Escriure un relat, poesia, prosa o assaig  en relació aquesta cançó.

Limbo

Paseando por los rincones de mi mente, en un estado de shock perpetuo, descifrando las sombras y los mensajes de los recuerdos, me paro a descansar en el lago de los futuros inciertos mientras observo a dos niños jugar con un balón de fútbol en muy mal estado, usando como portería los troncos de dos pinos.
Mi yo, absorto en sus pensamientos sigue con los ojos el ir y venir de la pelota, el monótono ruido del pie golpeando el cuero, las risas de los chicos…
Aquello, que le estaba enviando un constante mensaje cifrado al pasado, optaba por ignorarlo. Seguía centrado en sí mismo, en un presente acomodado en una especie de limbo; entre el ayer y un mañana parecido.
De golpe, un balonazo le sacó de su coma cerebral. El impacto le hizo recobrar la lucidez. Uno de los chicos, (el rubio de los rizos de oro y ojos melosos) se acercó a mi yo y le preguntó:
- ¿Está bien, señor?
- Sí, pero tened más cuidado, pequeños – respondí
El niño sonrió y se disponía a marcharse, pero antes, se volvió a girar y me preguntó:
- ¿Usted se acuerda de cuando era pequeño?
Anonadado ante la impertinente pregunta, miré de un lado a otro y me humedecí los labios. ¡Qué pregunta más estúpida! ¡No soy ningún vejestorio! En fin, tan sólo es un niño, un estúpido y soñador niño…. Tras una risa forzada, respondí:
- Prefiero no acordarme
El niño me miró y se rió a carcajadas. Se reía de mí; un niño, un niñato malcriado e insolente se estaba mofando de mí. Ante mi descolocada imagen, el niño volvió a mirarme y me respondió:
- ¿Y entonces, qué hace aquí?
El tiempo y el espacio se detuvieron. Todo se torno blanco, gris, negro… Todo se desvanecía entre símbolos codificados que no entendía. Los árboles, el río… todo desaparecía ante mis ojos, mientras el niño se iba.
Sólo entonces me percaté de que todo lo que me rodeaba era mi yo, yo mismo. Yo era el río, el tronco del árbol, incluso era el vacío… yo era todo… menos el niño.


Exercici 7:

Escriure un relat, poesia, conte o assaig utilitzant com a disparador bona nit.

25 de noviembre

- Buenas noches, mediodía – decía. – Ya hace tiempo que me quitaste la alegría; las ganas de luchar por el futuro yacen en mis manos, hoy vacías. Me has quitado los guantes, y me has vestido de agonía. Buenas noches, mediodía…
Con su cráneo abultado y sus ojos medio cerrados, dormitaba en la laguna del suspiro, esperando que su cuerpo respondiese, sin efecto. Su cuerpo, de un niño entrado en años, adolescente en una enfermedad atrapado, hacía oscilar su cabeza, para combatir el sueño que Morfeo le otorgaba para que prescindiera del dolor de sus últimos días.
En sus labios se veían las hojas secas de primaveras marchitas, y una sonrisa de aceptación e inocencia compartida con aquellos que le acompañaban en su travesía.
Sin más fuerzas, se rindió al sueño de mediodía, mientras escuchaba en el salón la televisión, y a su madre y abuela cuchichear preocupadas. Unos pasos dirigidos hacia la habitación del chico y el ruido de una puerta entreabierta desestabilizaron el curso natural de los acontecimientos.
-¿Otra vez intentando dormir? ¡Pero si no has hecho más que dar cabezadas, hasta despierto!
- Mamá, lo siento, pero sólo me quedan fuerzas para eso…
Con una mueca de aceptación obligada, salió de la habitación de su hijo y realizó una llamada. Sin huir del destino que ambos compartían, se vistió y se sentó a esperar que la visita llegara. Pasada media hora, unos hombres con camilla se dirigieron hacia el santuario del muchacho, le acomodaron y se lo llevaron. La noche ya había ganado, también, la batalla al mediodía.
De camino al hospital, el chico dormía. Su madre le miraba con el amor que una madre mira a su chispa de vida. La esperanza se perdía con cada paso, día a día… Pero ninguno de los dos lo demostraba ¡más les valía!
De nuevo, postrado en la camilla de su habitación de hospital, su segunda casa. Unas pruebas nuevas para valorar la situación, y un disparo certero en el corazón.
- Su hijo no va a salir de aquí. No tiene solución. Su lucha ha sido larga, admirable y con valor. Lo lamento, y para lo que haga falta… avísenos, por favor.
La madre no ríe, la madre no llora. Entra en el cuarto, y se sienta a su lado. Le mira a los ojos, y el chico despierta.
- ¿Qué te han dicho mamá?
- Tranquilo, cariño. Las defensas bajas de nuevo, ¡algo sin importancia! Unos días ingresado, y después volveremos a casa.
- ¿Podrán venir mis amigos el fin de semana?
- ¡Por supuesto! Cómo han hecho siempre. Como cada semana…
El chico cerró sus ojos de nuevo, y por fin se durmió. La luz del sol iluminó su cara, mientras él, sumido en un sueño sin fin, luchaba por volver a abrir los ojos otra vez.
Su madre, entera y angustiada, se le acercó al oído y le susurró:
- Buenas noches, vida mía. Aurora del alba, luz del día. Gladiador orgulloso, samurai de la vida. Dulce de leche, campeón de la liga. Maestro y alumno de la crudeza de tus días. Que enseñaste a combatir a ese monstruo con bondad y alegría. El destino te sacó de mis entrañas, y hoy te arranca ese pedazo que nos une y nos separa.
Buenas noches, corazón; buenas noches, vida mía.



Exercici 8: 

Escriure en relació a la soledat un poema, assaig, relat o conte.


Soledad, que me acompañas cada día… rindes cuentas a los amaneceres y a las noches tardías. Intocable pero afable, e incluso sensible, a la vez que guerrera. Que nadie te coja ni te suelte, que nadie te mire ni te vea, que nadie, sin quererlo, te quiera…

Consejera y armónica consorte, resorte de mis penas y alegrías. Escuchas mi interior y mi flujo de conciencia. Soledad es mi cabeza, mis recuerdos, mis proezas. Soledad es mi canción, mi orgullo, mi fortaleza; aquella que ha forjado las rugosas escamas de mi corteza, cuya pieza ha conformado el súmmum de mi existencia. Pues venimos de ella, y de ella nos arrancan. Nacemos para más tarde huir de ella, mirando a cada punto de un escenario vacío, esperando encontrar un pedestal y un cariño parecidos; una mano que acaricie los pilares del destino, y unos labios que nos brinden comparsa en el camino.
¿Compañía? ¿Qué buscamos en la vida? ¿De qué huimos cada día? ¿De aquello de lo que venimos? ¿De nuestra fantasía?

Incompleto, entre el sollozo y el gozo de verme único y cortejado. De verme anclado en un poema cuyos surcos me conforman y completan. Honrado de sentirme el poeta de mis sueños y de mis rarezas, que recrean en mi espacio la soledad para una compañía perfecta: mi pasado, mi futuro y mi certeza

Soledad, dulce compañía… no me desampares, ni de noche ni de día. Que si abandonas mi costado mi inocencia está perdida, y los lobos del camino ágape harán de tu despedida…


Exercici 9:

Exercici lliure.


La Rata

Asfixia el aire nublado del atardecer. Los ácratas se mezclan con la corrupción y el proletario en un escenario de floreciente decadentismo.
Los tacones de aguja perforan las huellas descalzas de un mendigo que, a ritmo de acordeón, colorea la densa bruma de un tumulto zozobrado por la imagen de un opresor. No hay gozo ni congoja, sólo fatiga y desgana.

De las vías del tren emerge una alimaña grísea, curiosa y desgarbada, que olisquea con un puntiagudo hocico los ferrosos rieles y come de la broza depositada en ellos. La mirada de repulsión que el roedor provocaba en aquellos individuos trajeados del mismo color que el ambiente despertaba, al mismo tiempo, el interés y la sonrisa de los pocos niños y letrados que esperaban la llegada de un tren que no llegaba.

Ignorando haberse convertido en pasatiempo de la multitud, continuaba su costumbre de supervivencia en el oscuro y gélido túnel de la estación. Los viajeros se sumaban al espectáculo, compartiendo opiniones sobre el cómo podía seguir viva aún, siendo admirada su sabiduría y supervivencia. Los extraños, extrañados por encima de todo.

De entre la aglomeración, se alzan dos hombres vestidos de hierba y tierra hablando por radio, con una basta caja rectangular, bordeada por los extremos de los listones con varillas de latón y aluminio que conformaban unas rejas y éstas, a su vez, una prisión. Tras recibir las órdenes pertinentes del interlocutor al otro lado del transmisor, abren la puerta de la jaula. Con un brinco se asoma un felino de mirada garza y pelaje metalizado. Su expresión era idéntica a la de aquellos escondidos en la arrogancia de sus trajes y maletas; a los encasillados, con una precisión técnica y competente, como la máxima aspiración de una sociedad en ruinas. La displicencia del camarada gatuno se transformó en celo al percatarse de la presencia en la escena de la rata. Con un murmullo desafiante serpenteaba por el borde del escalón de las vías, sin quitarle ojo de encima al roedor. La rata, por su parte, atisbaba la clara superioridad de su portentosa figura y sus garfas sin tan siquiera modificar su posición.
Tras unos segundos de tensión, el gato maulló agresivamente y saltó hacia la rata, quien hábilmente eludió y escapó de su zambullida, profundizando hacia el interior del túnel.
El gato, imbuido por su instinto depredador, se dirigió raudo e impasible hacia su víctima.

La oscuridad era cada vez más densa, pero la competencia del felino no le permitía echarse atrás. Un paso en falso de la rata la hizo caer y ser presa fácil para una de las garras del gato. El chirrido estridente de dolor se solapaba con un maullido de satisfacción y una vibración cada vez más cercana. Unos faros iluminaron rápidamente el escenario el cazador y la presa. El gato, extrañado, gira su cabeza para toparse de frente con una muerte metálica y monocolor. Al cesar el ruido, el rojo tiñó los rieles, y el silencio permitía escuchar el pálpito sofocado de un corazón y un sentimiento.
El roedor se puso en pie y olisqueó curioso el cadáver de la competencia.

La astuta rata de cloaca, de instinto y sentido; la letrada rata de biblioteca, superviviente entre las ruinas de la sociedad y vida, del conocimiento y la ignorancia. La rata, grisácea, se tornará de otros colores, según la luz del día. Pues hoy, la pequeña perseguida y despreciada contempla una realidad finita, y ante la muerte de su yugo, camina hacia el final de un túnel, por ahora, sin salida…



Exercici 10:

Escriure en relació aquest quadre (L'ancià dels dies) un conte, poema, relat o assaig.




El Anciano de los Días

Hoy me siento turbio, como el día. Las nubes rodean con sus brazos fragmentos de una alegría en unos recuerdos deformados. Unos cristales rotos en una noche de tormenta y unos dedos arrugados que encendían una lámpara de menta. Un rostro agridulce y sereno, con un cabello cobrizo y una mirada gris, rasgada. Una sonrisa temblorosa y transparente…

Con una caricia esbozabas en mi mente una muralla creciente que nadie podía derrumbar, junto a un susurro de serpiente me arropabas, entre las sábanas de unos rezos inocentes, mojadas por las lágrimas y el sudor de un pájaro enjaulado en las ramas de un árbol bajo una tarde fría de noviembre. Eras el farol de mi conciencia, la vela de una habitación desierta, el ahora y el siempre de la luz de unas farolas sirvientas a los ojos de las centellas en una noche de tormenta…

Pero el trueno quebró tu voz y tu bombilla y, apoyado en mis rodillas, en una cama junto a la luz nocturna del día, tus manos no temblaron ni dibujaron nuevas alegrías. Tu pálida sonrisa iluminaba como un rayo aquella habitación, hoy vacía; como un faro alumbra a los náufragos de unas olas remanentes y frías.

Tú ya no estás, pero tu imagen es mi guía. Pues siempre que las nubes hacen esclavo al cielo de penas y agonías, tu recuerdo me hace ver tu cuerpo acostado en las fotos de un momento en un espejo reflejado. Y aunque llueva, los truenos, no me emanan; pues estando en mi cama he sentido la luz de tu bombilla en el sol de la mañana.



Exercici 11:

Escriure un relat, conte, poesia o assaig en relació a una d'aquestes tres paraules:

Arpa, corda i ploma.


Sinfonía Agridulce

“Tengo un pájaro enjaulado que no hace más que llorar…”

Despierto entre reflejos de un atardecer tardío, mientras mis ojos se intentan acomodar a los fulgurantes rayos naranjas y rojos que la paleta del cielo tiene pintados. En el exterior tan sólo se escucha el transcurrir de los vehículos y las luces ratifícales de sus faros y las farolas; en el interior de mi casa, en mi interior, un murmullo provocado por el nervioso aleteo del ave prisionera en mi caja torácica.

Me levanté del sofá, (aún algo traspuesto) y me puse mi chaqueta granate: Necesitaba inhalar aire menos contaminado que el de mi ambiente; necesitaba huir de ese refugio que se había convertido en mi cárcel.

Recorrí más de tres manzanas hasta que encontré un pequeño bar que ya había frecuentado tiempo atrás, en días mejores. El local tan sólo disponía de una lámpara de techo con una suave luz que, sin conseguir ser cálida, sumía más aún en la oscuridad la barra y las mesas de los alrededores. Tras sentarme en un rincón apartado de la gente miré al camarero con desgana y pedí el cóctel típico de la casa, cuya mezcla teñía de rojo el líquido alcohólico del vaso en el que dibujaba pequeños círculos con mi dedo índice. No me gustaba, pero cada vez que tomaba un sorbo, notaba la reactivación de mi sangre, como si quisiera escaparse de mis venas.

A medida que bebía todo se nublaba más, así que mi mente ideó una búsqueda exhaustiva de sintonías libres de interferencias para intentar colorear un poco el ambiente y reanimar al pájaro enjaulado entre mis costillas. De pronto, otra lámpara se encendió, iluminando con una luz algo más fuerte y blanca lo que sería un escenario con un instrumento resurgiendo de entre las sombras a manos de un hombre: un arpa.
Las primeras notas de esa suave sinfonía taladraron mi cabeza y alteraron por completo al prisionero, que no paraba de palpitar desesperado. Mi agobio aumentaba con cada nota y mis sudores comenzaban a hacerme temblar. Sin pensármelo dos veces, me acabé de un solo trago el vaso de sangre y salí del bar a las calles nocturnas, con un paso acelerado y atormentado. A medida que me alejaba las notas del instrumento eran cada vez más fuertes y se hacían más presentes en mi cabeza, hasta el punto de ser capaz de ver mis manos tocando el arpa, convirtiéndome en el arquitecto de aquellos días en los que era el encargado de amenizar con melodías las sombras vacías de ese turbio y maldito local.

Al llegar a casa, cada sol y cada la retumbaban en las paredes y los muebles. Los res y los mis me alzaban un puente hasta el armario de mi habitación y me incitaban a coger la vieja cuerda de nylon que escondí por mi propia seguridad la última vez que toqué en el bar. Una vez mis impulsos cedieron a la cautivadora melodía, un grupo de síes separados entre ellos por unos tensos segundos hicieron que mis manos ataran la cuerda mientras notaba los nudos alrededor de mi garganta. El pájaro escapó de mi caja torácica dejando tras de sí una de sus plumas y el concierto terminó abruptamente, tras la rotura de una de las cuerdas del arpa y el descontento general hacia aquel músico que vestía con una chaqueta granate.


Exercici 12:

Escriure en relació aquesta imatge un poema, relat, assaig o conte.




Laberinto de Palabras

¿Dónde está? ¿Dónde la encuentro? La palabra que podría (si quisiera) darme aliento. La palabra que me busca y que, al buscarla, tampoco encuentro.
¿Dónde está ese monosílabo? Necesito que mis labios lo pronuncien… que sea oído por aquel que me venera como a un héroe… cuando en realidad tan sólo hago que esconderme tras sonrisas y besos inconscientes, hundiéndome aún más en este laberinto de palabras cálidamente afiladas.
Deja de decirme l oque, tiempo atrás, moría por escuchar. Deja de atarme con sogas de algodón y mordazas de cristal, ¡déjame gritar! Que hoy mis sueños se comparten con imágenes pasadas y con días de soledad. Déjame a un lado, ¡déjame respirar! Deja que me encuentre y me equivoque una vez más. Tan amargo es el destino, tan cruda la realidad… tan pesada son mis manos cuando me intentas abrazar… alargando una mentira que agoniza con cada paso que da; con cada pregunta que haces: ¿Me quieres? ¡Pues yo más!

No, no te quiero, no te puedo soportar. Eres un sentimiento precioso y codiciado, pero no te sé aprovechar. Amor, no me llames, déjame pasar en soledad éste puente, no me vuelvas a llamar. No digas que me necesitas, porque yo te he necesitado aún más. Eso es, “no” era la palabra… y no la volveré a olvidar.


Exercici 13:

Escriure en relació a l'estiu un relat, assaig, conte o poema.


Los Girasoles Amantes

Una mañana nubosa de verano en la que el sol se intenta abrir paso a trompicones, brillando a ratos gris, a ratos rojo, inunda la inmensidad de un campo de girasoles que se desviven por girar allá donde la luz les guíe. Éste acto tan mecánico para la supervivencia de estas plantas ha sido siempre la máxima aspiración de su especie, aunque siempre haya excepciones….
En lo más profundo del campo, dos girasoles cabizbajos no muestran interés alguno por el sol que brilla en el cielo. Ella, un poco más joven que él, permanece inmóvil mientras las hojas de su mano poco a poco se entrelazan con las del otro. En mitad del acto, levanta su mirada y sonríe tímidamente, mordiéndose el labio inferior y volviendo a bajar la mirada. Él, por su parte, acaricia con el extremo de sus hojas los dedos de ella, mientras refleja una mirada perdida hacia el horizonte. Con el paso de las horas, se aventuran a un roce que toma cada vez más y más contacto, siempre dando la espalda a la espalda de los demás girasoles.
Ella apoya su cabeza sobre él, y éste la sujeta con dulzura por el tallo de su cintura. Nuevamente ella levanta su mirada hacia él, le vuelve a sonreír y le abraza con fuerza por el cuello, mientras suspira y piensa en una especie de ideal vacio, en un todo y una nada constantes y parecidos. Él apoya su barbilla sobre los pétalos de su cabeza y siente cómo la protege de todo mal viviente, mientras mira al sol y se pregunta el por qué deben girar por un una estrella brillante e intangible que no siempre puede verse en el cielo:

- “Todos giran sin voluntad ante el sol de cada mañana” – pensó – “mas yo no necesito más sol que el que tengo ahora mismo entre mis brazos”
 Tras esa pequeña reflexión, la mira, suspira y vuelve a cerrar sus ojos.

(…)

La noche llega, acomodándose en los párpados de los girasoles. Los amantes, sin embargo, disfrutan en las sombras de una cómplice luna de unos besos que permanecen en el recuerdo de ambos a medida que los segundos se transforman en minutos, y continúan bebiendo del néctar de sus labios aún sabiendo que es sacrilegio no seguir las leyes que la naturaleza ha destinado para ellos. Pero, convencidos a ratos, se imponen ante sus creencias y sus realidades: él gira por su sonrisa y sus andares y ella por sus cualidades.
Pasan los días y ambos se sienten débiles. No se alimentan del fruto que engendran sus pasiones, y las hojas, tallos y flores se marchitan poco a poco en sus corazones. Él permanece firme, sobre ella, abrazándola inmóvil. Ella, apoyada en su pecho, mira a escondidas al cielo buscando ese sol, a ratos gris, a ratos negro. Ambos son conscientes de que el juego no era más que un deseo inconsciente de amores convergentes, de sensaciones que comparten firmemente, de sentimientos que se compenetran a pesar de no saber siquiera qué es lo que sienten.

Fue entonces cuando ella alzó su cabeza al sol, para poder sobrevivir, para no arriesgarse a rebelarse contra las leyes de unos ideales que oprimían su cabeza y su pecho; y él, siguió mirándola, simplemente para seguir viviendo.

Así fue como, dándole la espalda a la espalda de ellos, los girasoles amantes, a escondidas, giraron en un sentido inverso. Y muy pocos supieron su historia, sus sentimientos o sus sueños… No porque ellos lo quisieran, sino porque, al parecer, eso era lo correcto.



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